martes, 3 de abril de 2012

Un mal día

Un mal día

Mis manos comenzaron a desfallecer, el dolor de mi alma se tradujo en un dolor de cabeza insoportable. La cena parecía tan desabrida y como no pude hacerlo con vino, lo hice con café; esta vez no era tan suculento, incluso era amargo como lo fueron más tarde mis lágrimas que corrían acariciando mis mejillas y llegaban a mis labios saciando me sed.

Era imposible concebir el sueño. Encendí la luz azul de la lámpara que también parecía  lúgubre; una revista que saqué del buró logró entretenerme un rato, pero al cerrarla me encontré de nuevo solo.

Una  ansiedad desesperada me hacía  buscar inútilmente a quien  le debía tanto amor pero no tenía ni siquiera un diario para recordar detalles. Así que terminé con mi cama rodeada  de fotos tratando de encontrar algo  en esa mirada que no mentía como las sonrisas.

El silencio retumbaba en mis oídos, mis ojos rojos cansados de llorar buscaron algo que llenara el vacío que habitaba en mi alma. Por la ventana advertí que unos rayos tímidos me espiaban y un cielo tapizado de nubes grises. -¡Oh no! ¿Cómo es posible que hay olvidado activar la alarma? Interrumpí el silencio bruscamente.

Sin ducharme y sin desayunar bajé corriendo, con mi agujeta tropecé y caí, me lastimé un brazo, pero lo peor aún no llegaba. El carro no arrancaba y era demasiado tarde para llegar al trabajo, azoté la puerta, de una forma egoísta, pues en casa dormían, pero me enojaba haber escuchado un ¿Cómo amaneciste?

Me encontré con el vecino, le dirigí  una  sonrisa que no fue correspondida, sin duda era un mal día, pero el cielo tuvo la amabilidad de esperar a que llegara al trabajo <<Al menos eso creí por el momento>>- ¿Ahora Qué? Está cerrado- Balbucí.

Doña Esperanza << La señora del café>> espetó –Hoy ¿Piensa hacer ejercicio tan temprano y en traje?, se ve cansado y agitado, ¿ Por qué no aprovecha y descansa hoy que es sábado?....

Después de tan desagradable sorpresa, controlé mi ira y decidí regresar a casa sin prisa como si hubiera ido a dar un simple paseo. Cuando el cielo empezó a gritar enojado, las nubes a llorar, la gente comenzó a correr, unos hacia su destino, otros se metían a la tiendas y locales más cercanos posponiendo sus labores. Los conductores que tenían la posibilidad de llegar a tiempo su destino, no dejaban pasar  a los andantes porque tenían mucha prisa y poco tiempo, ni un segundo  para ver a la gente que pasaba a su alrededor y es triste pero quizá ni tenían un instante para verse en el espejo y encontrarse con su yo interno.

El aire levantó las hojas secas que golpeaban ligeramente y luego se dejaban arrastrar por  el agua, corriendo las calles empedradas, hasta que eran bebidas por los acantilados. El parque quedó desierto, sólo estaba mi alma dolida.

En el transcurso de camino a casa me encontré con personas conocidas que cubrían con periódicos y paraguas, sin embargo ya no percibían mi presencia; me habpia transformado en una sombra invisible, una moneda sin valía, sin carácter ni agallas, era la voz del silencio  andando.

Me había encerrado en mi trabajo que llego a ser mi único mundo,  para tener más y más. ¿Más qué? ¿Más cosas inútiles que equivalen a la necedad de llenar un vacío? ¿Cómo pude tratar de llenar un vacío con cosas materiales y no a mi alma  que es parte de mí y de mi esencia que me hace ser humano?

El viento frío me abrazaba acompañando a mis penas, el tan frío yo peor que un mendigo. Mi garganta ahogaba los gritos de mis pensamientos aturdidos, mis ojos me traicionaron otra vez. Ese llanto no era de niño caprichoso que se esfuerza por llorar, sino de un niño lastimado tratando de esconder sollozos, cuando son inevitables los gemidos y suspiros de súplicas y lamentos. ¿Tenía que verme sin esperanza, para comprender el valor de las sonrisas y palabras sinceras?

Llegué a casa, al intentar abrir la puerta me percaté de que mis manos temblaban torpemente. Subí empapado dejando a cada paso un charquito. Estaba dispuesto a disfrutar de mi último baño; la relación entre el agua y yo siempre fue agradable, aunque debo aceptar que a veces la ignoraba y me daba un regaderazo de 10 minutos tan mecánicamente como cualquier otra actividad.

Respiraba el vapor cálido que reposaba en la tina, me adentre a ella, ya no meditaba, ahora una idea obsesiva persistía en mi mente. << Como no iba a salir del baño para buscar una cuerda que me ayudara a la realización de mis pensamientos>> Uní mi esclava con reloj para atar mis manos como si fuesen esposas. Nunca pude mantener la respiración bajo el agua, por lo cual creí que esto facilitaría mi trabajo.



Me fui deslizando lentamente hacia atrás para dormir boca arriba como no lo había nunca hecho pero esta vez para no despertar jamás>>.  Al irme sumergiendo me sentí desesperado, traté de luchar contra mi instinto de conservación, contra mi conciencia, contra Dios mismo, pero no pude, la fuerza de supervivencia fue más fuerte que yo y me sentó.

Entre tos, expulsión de agua y ante la imposibilidad de no poder golpear mi pecho, intenté abrir mis manos por detrás, hasta que rompí la esclava <<Lo cual no tenía importancia o quizá sí, porque si se hubiese conservado intacta habría perdido mi vida en el primer intento>>. Di palmadas fuertes contra mi pecho para acabar de desterrar el agua de mis pulmones.



Suspire hondamente, pero mi terquedad de haber fracasado en la vida y en el intento de la muerte me levantó; abrí el cajoncito del tocador de utensilios para afeitar, tomé la navaja cerré los ojos  y con fuerza herí horizontalmente la articulación.

La sangre se esparció hasta teñir el agua de la bañera, el dolor era desgarrador. Habían pasado ya casi  cinco minutos y seguía vivo pero aún más desfallecido,  tomé el pantalón atándolo alrededor de la muñeca para detener la sangre.

Me observé en el espejo durante un buen rato. Había envejecido prematuramente, mi  rostro era completamente pálido, las patas de gallo dormían en mis ojos, mi cara estaba tan demacrada, había muerto en vida.

Al percatarme de que me había convertido en un hombre ruin, bombardeé a mi cansado cerebro de preguntas ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Cómo fue que mi mente se nubló, que mi vida se marchó y mi alma ya voló?

Debió ser una alucinación y vi  en el espejo la silueta de mi cara en la niñez, mis ojos estaban contentos, pero o todo fue dulzura, inclusive tuve varios tropiezos pero supe salir adelante.

¿Ahora me daba por vencido?  Me consagré a un trabajo, no precisamente por amor a él, sino porque mis ambiciones económicas me habían llevado a un error en mi vida y ahora pagaba las consecuencias.

Era bueno para haber llegado al puesto deseado, peo no por pasión  sino por dedicación de tiempo extra hasta olvidarme de mi propia familia a la cual veía únicamente en la cena y cuando ya estábamos exhaustos y deseábamos dormir.

Enseguida el reflejo me dibujó como a un anciano que se había realizado, profesional, personal, cultural y espiritualmente ya que había obedecido a su corazón, cumplió para ayudar a la sociedad y murió en cama después de efectuar su misión en el mundo, la que Dios le asigno y a la cual correspondió.

¡Pero qué tonto había sido! ¡Qué ciego! Critiqué a quienes no dedicaban ni un instante para encontrarse en el espejo consigo mismo, las hojas que habían sido bebidas por las alcantarillas ya estaban secas y listas para su sepulcro, ya habían logrado y terminado con su cometido.

Hallándome frente al espejo me di cuenta de que seguía vivo porque Dios estuvo conmigo en mis intentos suicidas y me salvó, encontré a la persona a quien había buscado inútilmente en cosas materiales. Localicé a quien debía tanto amor, me descubrí para creer que mi vida a penas empieza.






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