martes, 3 de abril de 2012

Mujer de canela

Mujer de canela


 Sobre las llanas y verdes praderas que no son más que un trozo de tela, tu presencia mujer de canela.

Son cubiertos tus huesos largos y tus músculos delgados de esa piel tersa y dorada o de esa arena salada y bronceada.

Sobre torrentes sanguíneas ajenas va tu barco navegando, y tú sólo postrada, no estás desnuda ni desabrigada te  viste y te calcina cada mirada que posa sobre tu fina cara donde se arquean tus ojos intento vano de llegar al crepúsculo, se asoman tus ojos cual inmensos mares necios de aguas congeladas y como icebergs cortan por el hecho de decir siempre ¡Nada!



Va tu nariz como la vena de un río que se va ampliando, interrumpe un salto, más sigue hasta llegar a su desembocadura y vierte en dos lagunillas que aceleradamente respiran la vida. Tus labios escarlata son la cárcel que encierran la voz oculta de tu ser, tanto tus pensamientos como tus sentimientos son arrojados a los recovecos de tu cerebro, pues les es cómplice tu cabeza, cofre ovalado que deja arrumbado hasta las más íntima y mísera huella de tu enigmática historia.

Sólo emanan como cascadas las ideas secas se tornan en brillantes cabellos, resbalan por tu cuello de guirnalda erguida y gotean con sus puntas hasta debajo de tus hombros, copas de vino tinto.

¿Quién necesita un collar de zafiro? Cuando las clavículas exaltadas como troncos a la deriva marcan la hermosura, la laringe palpitando, el vasto pecho danzando al ritmo de la música externa con que se deleitan los oídos para invadir el redoblar del tamboreo de cada flagelo del corazón. Enseguida brotan volcanes mellizos, se van elevando hasta derramar  lava que contornea la cúspide ardiente, cual mirada de ojos observándote.

Las costillas duplicadas de Eva  se desdibujan en tu piel, el abdomen  perfectamente dividido por la frontera de línea del alba  que nos guía al agujero negro donde se encuentran  los tesoros perdidos ¿Será cierto?

Antes de llegar a las profundidades del pozo, el brillo de un percing descarado se manifiesta  cual diamante encontrado por piratas, la piel se ciñe a la cintura, dos olas alebrestadas  bordean tus caderas, un secreto en medio de tus piernas, el monte de venus habitado por linajes, una concha de mar, la perla en el centro,  protegido por aguas perfumadas de manantial.

Piernas, columnas de monumento de mujer, músculos delicados que disminuyen su grosor donde interrumpen las rodillas, girasoles discretos, la fibra de peroné se tensa por la fuerza,  en las pantorrillas se refleja la concentración de la mente como del discóbolo dispuesto a lanzar el hechizo de su disco.



Finalmente los pies sostén de tu cuerpo, aferrados a la madera cual raíces empuñadas a regresar a su madre selva, entre los dedos y el talín se forma un arco transversal de horizonte mágico.








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