martes, 3 de abril de 2012

Tiempo

Tiempo


Quieto y pasmado en una fotografía

Siempre tan puntal e imperturbable

Ni tu semblante, ni tu enredo acabarían

Tu penetrante paso es perdurable.

Niño travieso tendido en luna fría

Tu tenue luz con gusto encendería

Acaricias al sol tornándote famable

No sabes que la herida es incurable.



Adolescente vas corriendo inalcanzable

Que hasta una golondrina a ti te cantaría

Revoloteando con mariposas insaciable

Y en otra vida segura estoy, por ti moría.



Viejo gruñón y a veces tan amable

Envuelto en el invierno como un cable

Quemas los árboles como en sequía

Cruel me desnudas en plena travesía.



Tan tuyo y mío ¿A caso no es envidiable?

Te deja, me deja y eso es irremediable

Lo enfado y la pierdo con una tontería

Lo gano y lo invierto en cualquier librería.



Juega con Abril, ella encantada bailaría

A Mayo le dice mamá, ella por él lloraría

Julio es el milagro más deseable

Va a fiestas con el viernes el más sociable.



Etapa de festín, de hormigas y de lluvia

Así viste de gala el tiempo, para su novia

Más tapiza de hojas marchitas invulnerables

Para un viejo con su edad ya admirable.



Dicen que corres persiguiendo al día

Cual línea pintando la Historia entrañable

Otros dicen que eres cíclico que escondía

A la eternidad que siempre amaría.



Lapso de riqueza malgastada sucumbía

Para empezar la de pobreza que esparcía

Por los ríos de un despojo irrevocable

Y tú no sientes sólo quedas implacable.



Época de virreyes viviste indeseable

Época de ciencia inconsciencia inasible

Vives hoy cual reflejo naciente del día

Y te quedaras pensando que yo existía



Tiempo ¿Olvidaste que contigo yo crecía?

Y me preguntas si me he vuelto insensible

No entiendes que llegar así, yo no quería

Ya queda sombra de un recuerdo impalpable.



¡Y no te atañe ni el ser más miserable!

¡No te toca el abatido grito evocable!

¿No te concierne la niña que se estremecía?

¡Que bajo tu yugo rendida adormecía!



Tu  inmortalidad mundana es entrañable

Más de ti nace el segundo no contable

¡Vivo! En el eco sordo de aquella lejanía

¡Vivo! en el ciego instante de esta cercanía.



En la estación de verano bajo el roble

Ya en estación de tren me despedía

¡He aquí, tú estrofa de ésta vida mía

Vida mía he aquí ésta estrofa inapelable!.

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