sábado, 1 de marzo de 2014

Grito insurgente de una mujer poeta


Hoy mi pensamiento teje nudos
que mi lengua no puede pensar
lo que se escapa en  palabras
que gotean con chasquidos
de las caricias de mis dedos
al teclear para escuchar
un sonido que venga de dentro
de un grito de mi alma.

Hay una bruma confusa
en mi mente, pero cuando
llegue el sol a iluminar los colores
vivos de cada elemento de la naturaleza
todo será claridad y aceptaré
sin prórrogas, ni  réplicas,  ni ruegos
la sentencia que su luz  sincera determine
¿Realidad o la locura?
¿Ganar o perder?
¿Verdad o mentira?
y a pesar de lo que pase
nada desviará el curso del río
de la ribera de una poeta.

En esta hora difusa
seguiré bebiendo café,
leyendo historias que no podrían
ocurrirme mientras le pongo
una pausa a la mía,
que ha de continuar
mañana cuando aparezca el sol.

Cuando aparezca el sol,
es necesario decirlo,
que en el preludio desierto,
que en la víspera de la incertidumbre
una guarda cierta esperanza nerviosa
que se vuelve turbia con la duda
y un miedo cruel del desprecio
de la sonrisa de la vida.

Una no puede beberse en el café
todas esas palabras,
todas esas sensaciones,
que son como quejas susurradas al oído,
que son dictadas por cada latido
del corazón, no se puede controlar
la respiración del poeta
que aspira la brisa del viento y suspira
palabras de mar.

Palabras llenas de imágenes
de recuerdos, palabras de los
colores de los sueños secretos,
palabras que gritan los miedos,
que reclaman justicia,
que rompen el silencio
y la monotonía.

Palabras que proclaman
Revolución Pacifica
que reivindican libertad
que repudian los millones
de los falsos y de los opresores.

Porque en la mente de un poeta
podrá haber mucha locura
pero nunca desquiciada
por ambiciones mundanas
un buen poeta nunca
venderá su alma al diablo
condenando a su pueblo.

Este discurso mío
que a estas horas de la noche
revelo
no es más que el grito
insurgente de una mujer poeta.







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