Abrupta delicia
No respeta, sea bacteria, bacilo o virus, es maligno
Se encaja lentamente en las arterias del corazón
Ataca el íntimo escondrijo de cada inocente neurona.
Contrae y expande el alma, enciende y funde el iris
Con ver esa anhelada ventana del alma ¡Se sobrevive!
Esa prohibida y nítida voz derrumba cual tibio desliz
Y el alma doblega ante la cautela de dicha sensatez.
Más por ser en vano, vuelca el alma en cáliz de dolor
Que su cruel gemido va turbando el sueño antes fugitivo
Duelen las cenizas vivas que el maltrato del tifón dejó
Queda el sofocado llanto, letargo, ansiedad y agonía.
Envuelve aquél porte de quién mi amor trata con desdén
La desesperación por su ausencia va tejiendo cicatriz
Y su dolorosa presencia inclina el mirara cobarde y feliz
He de aceptar los síntomas de mi mal que es edén.
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