Tengo un amor que sobrevive
a todas las furias de las estaciones
a las guerras contra el narcotráfico
contra periodistas, estudiantes,
ni nis y del pueblo mismo.
Sobrevive a fraudes electorales,
a sexenios llenos de codicia
a corrupciones políticas y clericales
a trampas, cizañas y armas biológicas.
Yo lo riego con versos de agua
y besos de esplendidas palabras
a caricias sin tacto
a miradas clandestinas
donde las imágenes que salen de las
hojas se
convierten en paisajes.
Donde juntos escalamos montañas
remamos por los mares bravíos
porque aunque la cólera de Poseidón
quiera separarnos, nosotros
sabemos muy bien la hora violácea
en que hemos de encontrarnos
por ayuda del Dios del viento.
Por la mañana el sol poderoso
despide los friolentos miedos
y nos llena de esperanza cálida
cuando cae la tarde se enciende
un espectáculo de nubes purpura
que nos trae mensajes divinos
de amor revolucionario.
Al llegar la noche seguimos
remando en profecías guiados
por el faro de la Historia
bajo una lluvia milagrosa
a pesar de todo el vano esfuerzo
de la mafia imperialista
estamos predestinados
a ser felices por el poder
más grande que se llama amor.
La osadía de retar a los inquisidores
es la misma que empleamos
cuando se estremecen nuestros
corazones al pensar en las primeras
caricias libertarias porque
nuestro amor es más excitante
porque el deseo en rebeldía
es amor revolucionario.
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