martes, 8 de octubre de 2013

La caída de un poeta


No sé a dónde voy
arrastrando las rodillas
en donde emerge la costra
de mi enigmático ser.

¿Por qué no se  me cansa
éste cuello de garza?
y voy hacia tu limbo
como si fuera el paraíso.

Ya no espero nada,
¡nada, nada, nada!
absolutamente nada,
sólo espero por esperar.

¡No me busques!,
que ahí estoy
justo en la penumbra
de los sueños perdidos.

Con la esperanza entumida,
con el temblor de mis manos,
con un anillo de piedra  verde,
 no  soy más que  tu eterna
prometida que no espera nada.




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