Me siento
triste y feliz
pequeña y
grande
entusiasmada y
jodida,
así son las
mujeres del mar.
Yo galopo por
las olas
cada mañana y
al caer la tarde;
mujeres de
los dos polos
que ríen y
luego lloran.
Que aman y se
enojan
que gritan
cuando callan
que hablan
con los ojos
que besan con
los versos.
Que acarician
con el pensamiento
que se enfurecen
en calma
que parlan
con la yema de los dedos
sobre el frío
teclado.
Que miran la
pantalla como si fueran ojos
que envían
cartas, al amado lejos
que atesoran
su recuerdo
cual reliquia
revolucionaria.
Mujeres cuyos
pasos no retroceden
y saben andar
por la vereda elegida
que suben cuestas
aunque el sudor
se pegue a la
ropa y la sed engañe.
Así somos las
mujeres de hombres inmortales
y los
llevamos a todas partes
en nuestras
noches solitarias
como un talismán
de nieve y fuego.
No nos queda
más que contar
las horas
pasadas con recuerdos
y las que
vienen con sueños
mientras
se mueren los años.
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