martes, 1 de marzo de 2016

La Montaña y el Sol

La Montaña está descubierta por la sombra,
pero está cobijada por una falda de luz,
al Sol le gustan sus piernas,
y se acerca a ella, la enciende con su tacto
y ella se humedece, el Sol la acaricia con su calor,
y los pliegues de su falda se mueven
Y las horas del Sol ahora son olas que ondean un acto rebosante de amor;
Un ave se echa un clavado para nadar en el viento y los observa
siendo Hombre y Mujer,
siendo Hombre en la Mujer,
siendo Mujer en el Hombre,
el corazón galopa,
él la galopa,
ella lo galopa,
y se cabalgan si cesar por la eternidad.  

Desde el balcón de La Dama de las Camelias

Un pájaro contempla el paisaje desde la lámpara
como yo contemplaba la Ciudad Hundida
desde el balcón de La Dama de las Camelias,
estaba sola mientras los demás bailaban,
saqué un cuaderno de mi bolsa verde seco y escribí:
“Suena triste pero apacible, la noche llena, la luna mira vacía…”
la Luna era ella, la de arriba, pero la Luna también era yo,
como testigo de la noche veía todo lo que sucedía y lo que no me lo
imaginaba, ahí nació el poema una noche en que tú me hacías falta:
¿Dónde? ¿Dónde estabas?

Divagaciones

El viento balancea tenuemente los cipreses,
un libro abierto está suspendido en el aire,
el autobús ha llegado,
parece que hay quietud,
escucho entre voces una risa,
me duele la garganta,
las nubes están quietas, una brisa acaricia el Pirúl,
el cerro está habitado por casas blancas con tejas,
un hombre peina a una mujer,
los jóvenes gritan y ríen con entusiasmo,
pienso en mi entrevista de trabajo,
en que me duele hablar,
en que me duele más callar,
en que no puedo estar quieta,
en que tengo sueño,
en que hoy no habrá hora para la siesta,
en que el cielo tiene dos tonos de azul, uno casi blanco y otro casi tú.